Cualquier naranja es naranja y todo humo me
hace mal. Puedo formar una galaxia cuando me duermo, más nunca seré astronauta
sabes? No me decidí a planear cuando estaba acostada en esa cama de hospital y
no lo haré ahora que quiero volver. Nadie entenderá, ni los más hermosos poetas que me
rodean, entender por qué ya no parece tan dramática esas horas de muerte, las
lagrimas se volvieron para mí una lluvia de las que caen con sol, pero nadie se
desespera por buscar el arcoíris; será que todos cayeron en el pozo, ese del que tanto se habla, el de
la negación. No pasa un día en el que no me recuerdo pidiendo por favor
unas gotas de agua, acordándome de esa enfermera, que aunque perdí su rostro me
acuerdo de sus palabras diciendo “No puedo darte más, PERDÓN”, todos lloraban viéndome.
Aún hoy, a veces siento ese dolor, el de un áspero y maldito destino agujereándome
el abdomen. Después de tanto tiempo alzo mi frente y no digo más que GRACIAS
QUE ME PASÓ A MÍ.